Los ocios ganados
En este día de septiembre en Elca
nada ha pasado, salvo el tiempo de oro
que fallece apacible con la tarde.
Poblado con las sombras más queridas
he ocupado mis sueños frente al mar,
y era un olor de rosas, y un tumulto,
los negros aposentos de mis ojos.
Con tanta levedad, como es su olor,
cayeron dulcemente los jazmines.
Y en este día de septiembre lento
todo es ganado, salvo que he perdido
un día de mi vida para siempre.
Algo ocurrió de extraño, al mediodía:
un estruendo de alas, y un silencio.
A un tiempo seis palomas, las seis blancas,
hirieron de belleza una palmera.
Sólo queda esperar a que la noche
más bella la haga aún, herida los astros.
(El otoño de las rosas, 1986)

Elca
A Juan Bautista Bertrán

Ya todo es flor: las rosas
aroman el camino.
Y allí pasea el aire,
se estaciona la luz,
y roza mi mirada
la luz, la flor, el aire.
Porque todo va al mar:
y larga sombra cae
de los montes de plata,
pisa los breves huertos,
ciega los pozos, llega
con su frío hasta el mar.
Ya todo es paz: la yedra
desborda en el tejado
con rumor de jardín:
jazmines, alas. Suben,
por el azul del cielo,
las ramas del ciprés.

Porque todo va al mar:
y el oscuro naranjo
ha enviudado su flor
para volar al viento,
cruzar hondas alcobas,
ir adentro del mar.
Ya todo es feliz vida:
y ante el verdor del pino,
los geranios. La casa,
la blanca y silenciosa,
tiene abiertos balcones.
Dentro, vivimos todos.
Porque todo va al mar:
El hombre mira el cielo
que oscurece, la tierra
que su amor reconoce,
y siente su corazón
latir. Camina al mar,
porque todo va al mar.

(Palabras a la oscuridad, 1966)

(Palabras a la oscuridad, 1966)

Los ocios ganados

En este día de septiembre en Elca
nada ha pasado, salvo el tiempo de oro
que fallece apacible con la tarde.
Poblado con las sombras más queridas
he ocupado mis sueños frente al mar,
y era un olor de rosas, y un tumulto,
los negros aposentos de mis ojos.
Con tanta levedad, como es su olor,
cayeron dulcemente los jazmines.
Y en este día de septiembre lento
todo es ganado, salvo que he perdido
un día de mi vida para siempre.
Algo ocurrió de extraño, al mediodía:
un estruendo de alas, y un silencio.
A un tiempo seis palomas, las seis blancas,
hirieron de belleza una palmera.
Sólo queda esperar a que la noche
más bella la haga aún, herida los astros.

 (El otoño de las rosas, 1986)